jueves, 13 de febrero de 2014

"La página profundizada"


Arcilla, papiro, tablillas de cera.  Cualquier instrumento era válido para el desarrollo de la escritura más primitiva, que vino acompañada de una acción psicológicamente  anómala caracterizada por la concentración del individuo en un solo estímulo, la lectura.

De este modo, la escritura no era la única que se encontraba motivada por una atención selectiva, más bien, los procesos inferenciales que traía consigo la misma. Así pues, en la medida en que iba  apareciendo una  lectura profunda, íbamos obviando  todo flujo externo de procesos, centrándonos finalmente en el flujo interno de las palabras, ideas, emociones.  Con todo ello, surge la tecnología del libro, que fuera de los mecanismos que intervenían en la lectoescritura, se trataba de un proceso literario.

Según enuncia Carr (2011), al tomar las plumas observamos una escritura más personalista, crítica, interiorista, que vino acompañada de la ruptura o separación de las palabras. Junto a ésta, el mundo editorial, bibliotecario y universitario, cambiaron su dinámica para atraer y centrarse en las necesidades y demandas de la población. Empezó de esta manera la comercialización, continuando siendo un acto de grabación y no tanto de composición.

Gracias a la astucia de Gutenberg y el buen hacer de Johann Fust en los negocios, se empezaron a crear y distribuir las primera imprentas y obras creadas a partir de la misma. De esta forma, junto a la expansión de la imprenta por todo el mundo, primero por Europa, luego por Asía y finalmente saltando a América, crecía el ímpetu por la alfabetización. También trajo en aquella época lo que algunos denunciaron y denominaron como una manipulación pecaminosa.

Este gran hito que nos concedió Gutenberg, ha sido considerado el promotor de un cambio cultural e histórico en el mundo occidental, abriendo un gran abanico de corrientes y tendencias críticas fuera del ámbito meramente religioso. Al igual que este, actualmente estamos asistiendo a un nuevo cambio coyuntural que repercutirá una vez más en la cultura e historia de la sociedad.

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En el transcurso de la historia nos encontramos con diversos momentos que han marcado a la educación, y por consiguiente, a la humanidad. El más destacado de todos ellos, ha sido el paso del lenguaje oral al escrito, y la institucionalización de una serie de reglas que han permitido la pervivencia y progreso de las lenguas que aun hoy conservamos. Si a este hecho le unimos la difusión de textos escritos gracias a la imprenta, podremos comprender cómo es la educación en distintos lugares del planeta.

Por consiguiente, cuando hablamos de una “revolución tecnológica”, debemos ser coherentes con lo que enunciamos, pues sólo una sexta parte de la población tiene acceso a un ordenador, y una octava a internet, según el último informe Gartner. De esta manera, no podemos contrastar este hito con el que supuso los distintos desarrollos de las lenguas escritas, al alcance de todo individuo aun sin poseer recursos suficientes.

Así pues, si nos centramos en ese 16,6% de la población mundial que posee el total de los equipos instalados en el planeta, observaremos un entorno “telematizado”, donde los sistemas educativos son incapaces todavía de adaptarse a dicha situación. Esto se debe a que la materia y pedagogía empleada hace unos años, sigue vigente en los centros hoy en día. Así, lo que se entendía por “conocer” (reproducir nombres, hechos y conceptos) debería sustituirse por saber desarrollar destrezas en el acceso a la información, ya que en la actualidad, el conocimiento no está en manos de un grupo reducido, sino que se encuentra a la disposición de todos. Florentino Blázquez en su libro “Sociedad de la información y la educación” (2001:117), nos ilustra alguna de las competencias mínimas que los alumnos deben adquirir: buscar información, valorarla, seleccionarla, estructurarla e incorporarla a sus conocimientos. De esta manera, la enseñanza debe convertirse en un proceso continuo de decisiones por parte del mismo.
 

Con todo ello, la función del maestro varía con la que tenía antiguamente. Ahora, no se trata exclusivamente de inculcar una serie de conceptos y términos, sino de enseñar a localizar el conocimiento en un mar muy amplio, donde surfeando se puede perder el horizonte. A su vez, deben ser capaces de estructurar bien la mentalidad de los niños, organizando la información, y sistematizando este procedimiento.

Como contemplamos, no es cuestión baladí el uso que hagamos de las Nuevas Tecnologías en la Educación, siendo estas un instrumento fundamental si se llevan a buen término. De igual modo, tampoco podemos comparar esta revolución con la que supuso la creación de la imprenta o la aparición del lenguaje escrito, dado que se encuentran en manos de una minoría de la población mundial.

Bibliografía:
·         BLÁZQUEZ ENTONADO, F. (coord.). (2001). Sociedad de la información y educación. Mérida: Junta de Extremadura. Disponible en (consultado el 8-02-2014) http://tecnologiaedu.us.es/tecnoedu/images/stories/soc_ed.pdf

·         CARR, N. (2011). Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?. Madrid, Taurus, PP. 78-100.

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