Arcilla,
papiro, tablillas de cera. Cualquier
instrumento era válido para el desarrollo de la escritura más primitiva, que
vino acompañada de una acción psicológicamente
anómala caracterizada por la concentración del individuo en un solo
estímulo, la lectura.
De
este modo, la escritura no era la única que se encontraba motivada por una
atención selectiva, más bien, los procesos inferenciales que traía consigo la
misma. Así pues, en la medida en que iba apareciendo una lectura profunda, íbamos obviando todo flujo externo de procesos, centrándonos
finalmente en el flujo interno de las palabras, ideas, emociones. Con todo ello, surge la tecnología del libro,
que fuera de los mecanismos que intervenían en la lectoescritura, se trataba de
un proceso literario.
Según
enuncia Carr (2011), al tomar las plumas observamos una escritura más
personalista, crítica, interiorista, que vino acompañada de la ruptura o
separación de las palabras. Junto a ésta, el mundo editorial, bibliotecario y
universitario, cambiaron su dinámica para atraer y centrarse en las necesidades
y demandas de la población. Empezó de esta manera la comercialización,
continuando siendo un acto de grabación y no tanto de composición.
Gracias
a la astucia de Gutenberg y el buen hacer de Johann Fust en los negocios, se
empezaron a crear y distribuir las primera imprentas y obras creadas a partir
de la misma. De esta forma, junto a la expansión de la imprenta por todo el mundo,
primero por Europa, luego por Asía y finalmente saltando a América, crecía el
ímpetu por la alfabetización. También trajo en aquella época lo que algunos
denunciaron y denominaron como una manipulación pecaminosa.
Este
gran hito que nos concedió Gutenberg, ha sido considerado el promotor de un
cambio cultural e histórico en el mundo occidental, abriendo un gran abanico de
corrientes y tendencias críticas fuera del ámbito meramente religioso. Al igual
que este, actualmente estamos asistiendo a un nuevo cambio coyuntural que
repercutirá una vez más en la cultura e historia de la sociedad.
En
el transcurso de la historia nos encontramos con diversos momentos que han
marcado a la educación, y por consiguiente, a la humanidad. El más destacado de
todos ellos, ha sido el paso del lenguaje oral al escrito, y la
institucionalización de una serie de reglas que han permitido la pervivencia y
progreso de las lenguas que aun hoy conservamos. Si a este hecho le unimos la
difusión de textos escritos gracias a la imprenta, podremos comprender cómo es
la educación en distintos lugares del planeta.
Por
consiguiente, cuando hablamos de una “revolución tecnológica”, debemos ser
coherentes con lo que enunciamos, pues sólo una sexta parte de la población
tiene acceso a un ordenador, y una octava a internet, según el último informe
Gartner. De esta manera, no podemos contrastar este hito con el que supuso los
distintos desarrollos de las lenguas escritas, al alcance de todo individuo aun
sin poseer recursos suficientes.
Así
pues, si nos centramos en ese 16,6% de la población mundial que posee el total
de los equipos instalados en el planeta, observaremos un entorno “telematizado”,
donde los sistemas educativos son incapaces todavía de adaptarse a dicha
situación. Esto se debe a que la materia y pedagogía empleada hace unos años,
sigue vigente en los centros hoy en día. Así, lo que se entendía por “conocer”
(reproducir nombres, hechos y conceptos) debería sustituirse por saber
desarrollar destrezas en el acceso a la información, ya que en la actualidad,
el conocimiento no está en manos de un grupo reducido, sino que se encuentra a
la disposición de todos. Florentino Blázquez en su libro “Sociedad de la información
y la educación” (2001:117), nos ilustra alguna de las competencias mínimas que
los alumnos deben adquirir: buscar información, valorarla, seleccionarla,
estructurarla e incorporarla a sus conocimientos. De esta manera, la enseñanza
debe convertirse en un proceso continuo de decisiones por parte del mismo.
Con
todo ello, la función del maestro varía con la que tenía antiguamente. Ahora,
no se trata exclusivamente de inculcar una serie de conceptos y términos, sino
de enseñar a localizar el conocimiento en un mar muy amplio, donde surfeando se
puede perder el horizonte. A su vez, deben ser capaces de estructurar bien la
mentalidad de los niños, organizando la información, y sistematizando este
procedimiento.
Como
contemplamos, no es cuestión baladí el uso que hagamos de las Nuevas
Tecnologías en la Educación, siendo estas un instrumento fundamental si se
llevan a buen término. De igual modo, tampoco podemos comparar esta revolución
con la que supuso la creación de la imprenta o la aparición del lenguaje
escrito, dado que se encuentran en manos de una minoría de la población
mundial.
Bibliografía:
·
BLÁZQUEZ
ENTONADO, F. (coord.). (2001). Sociedad de la información y educación. Mérida: Junta de Extremadura. Disponible en (consultado el 8-02-2014) http://tecnologiaedu.us.es/tecnoedu/images/stories/soc_ed.pdf
·
CARR, N. (2011). Superficiales ¿Qué está haciendo Internet
con nuestras mentes?. Madrid, Taurus,
PP. 78-100.
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