domingo, 9 de marzo de 2014

Dimensiones socio-familiares que influyen en el rendimiento escolar de los alumnos

                Para explicar las deficiencias y fracasos del sistema educativo, tal y como nos recuerda Pérez Osorio (2011) , es común responsabilizar a los alumnos debido a su falta de capacidad e interés; a los maestros por su incompetencia, irresponsabilidad y deficiente formación; a los métodos de enseñanza por obsoletos, sin embargo, el rendimiento escolar es un fenómeno multifactorial, en donde el estudiante, los maestros, la familia, los planes y programas de estudio o el nivel sociocultural, tienen incidencia en el éxito o fracaso escolar, motivo por el que cada sector debe asumir su responsabilidad.
                De este modo, si atendemos a factores exógenos,  conformados por todo aquello que rodea al niño, nos encontraremos a la familia como punto de referencia. Así, una participación decidida de los padres, constituirá un fuerte apoyo moral, que con compromiso guiará, orientará y dará una importancia primordial a la educación, contribuyendo a generar altas expectativas. Es precisamente en esta esfera familiar donde las expectativas de futuro que el hijo cree que sus padres tienen hacia él, incidirán directamente en su calificación global, al igual que el bajo nivel cultural de las familias también influye en el rendimiento académico de los niños (Marchesi y Hernández, 2003).
                Así pues, antes de indagar en las diversas variables que condicionan dicho rendimiento, debemos partir de la idea que tenemos de familia, para lo que nos remitimos a la definición planteada por Fisch y Schlanger (2003):
La familia es un grupo de personas unidas por vínculos de parentesco, ya sea consanguíneo, por matrimonio o adopción que viven juntos por un periodo indefinido de tiempo, es un sistema de relaciones fundamentalmente afectivas, presente en todas las culturas y gobernada por reglas, es decir, por normas implícitas y explicitas que limitan los comportamientos individuales y organizan las interacciones de modo que se conserve la estabilidad.
                A raíz de este concepto, vamos a desarrollar las dimensiones socio-familiares que condicionan este rendimiento al que ya hemos hecho referencia:
 
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“La familia es un grupo de personas unidas por vínculos de parentesco, ya sea consanguíneo, por matrimonio o adopción que viven juntos por un periodo indefinido de tiempo” (Fisch y Schlanger, 2003)
                Dentro de la propia familia, nos encontramos con diversos miembros que condicionarán a un sujeto. Tal y como enuncia White (1982) tras sus estudios, el nivel educativo y ocupacional de los padres, así como el volumen de ingresos económicos, son variables que influirán potencialmente en el individuo, pudiendo añadir otras que vienen aparejadas a las remuneraciones de los progenitores: las características de la vivienda, el disfrute de becas, la realización de viajes, las visitas al dentista o la disponibilidad de servicio doméstico son algunos ejemplos de ello.
                Junto a los padres, otro factor dentro del ámbito familiar que incide en la existencia de éxito o fracaso es el número de hermanos, cuando son dos hermanos parece aumentar la calificación un 5% por encima de la media, en los hijos únicos un 1%, y respecto a las familias con 5, 6 y 7 hermanos las calificaciones disminuyen con relación a la media. (Marchesi y Hernández, 2003)
                De esta manera, hemos contemplado en los últimos años un cambio en el papel que desempeña la familia junto a las transformaciones sociales actuales, pasando de una familia extensa a una nuclear, de una familia en donde el proveedor era el padre, a una en donde ambos progenitores se ven en la necesidad de trabajar; una de las manifestaciones de estas transformaciones son los diferentes tipos que hoy en día existen y que van a influir en el comportamiento de los hijos (Trianes y Gallardo, 2000): Familia tradicional, monoparental, reconstruida, binuclear, homosexual y cohabitantes.
                Según Pérez Osorio (2011), la familia asegura a sus integrantes, aportando estabilidad emocional, social y económica. Sin embargo, en muchas ocasiones esto no ocurre así, pues existen cada vez más madres solteras, quienes juegan el rol de padre y madre a la vez; niños que por las condiciones laborales se encuentran mucho tiempo con otros familiares, solos o en centros; padres divorciados, pudiendo generar los niños hostilidad hacía algún progenitor, o produciendo una sensación de culpabilidad al sentirse responsable de dicha separación. Esto puede provocar en los niños falta de afecto, y como consecuencia, una mala conducta y bajo rendimiento. Es lo que contemplaremos si continuamos con la definición que hemos dado sobre familia.
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“Es un sistema de relaciones fundamentalmente afectivas”(Fisch y Schlanger, 2003)

                Otro de los aspectos clave son las expectativas que depositen los padres en sus hijos, para lo que nos remitiremos al mito Griego de Pigmalión, que da nombre al efecto al que nos referimos (Efecto Pigmalión), según el cual, las expectativas que las personas y en este caso los padres guardan hacia sus hijos se ven cumplidas, es decir, la idea que se tiene de alguien, al final se confirma (Sánchez y López, 2006).

                Estas esperanzas acerca de una persona, con el tiempo, pueden llevarla a comportarse y a tener logros, de tal manera que se confirma la regla, por tanto, cada vez que los padres le dicen a sus hijos lo que esperan de ellos, influyen en su conducta.  Esto se debe a que los hijos tienden a hacer suyas las opiniones que sus padres tienen de sus aptitudes. Cuando estos creen en su hijo, estos creen en si mimos. Cuando los que tú respetas, creen que puedes, tú crees que puedes, inversamente, cuando a los hijos se les percibe con poca capacidad o motivación y no se espera que progresen significativamente, tienden a notar esa percepción de sí mismos. (Oñate, 1989)

De esta misma perspectiva procede lo que Marchesi (2003) enuncia en El fracaso escolar en España:

El lenguaje y la comunicación que se establece entre sus miembros (de la familia), las expectativas de los padres sobre el futuro académico de sus hijos, el apoyo a sus estudios, los hábitos lectores, las actividades culturales etc. son factores que deben tenerse en cuenta a la hora de determinar las causas de las dificultades que algunos alumnos manifiestan en sus estudios. En ocasiones, además, un bajo nivel educativo puede compensarse por un mayor compromiso de los padres con la educación de los hijos.
A lo que concluye diciendo:
Desde esta perspectiva, lo importante no es el capital cultural que se posee sino cómo se transmite. Un capital cultural enriquecido puede tener escasa incidencia en el progreso educativo de los hijos. Por el contrario, los padres con escaso capital escolar pueden tener una mayor influencia por el tipo de relaciones que mantienen con sus hijos, lo que les ayuda a alcanzar una buena escolaridad. (Marchesi, 2003).
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Acabamos con la tercera y última parte del concepto de familia dado:
“Presente en todas las culturas y gobernada por reglas, es decir, por normas implícitas y explicitas que limitan los comportamientos individuales y organizan las interacciones de modo que se conserve la estabilidad.”(Fisch y Schlanger, 2003)
                El comportamiento de los padres hacia los hijos, así como la forma en que los niños están siendo educados en el hogar son el resultado de ciertas características, como el tipo de familia que ya hemos estudiado o el estilo de crianza que se ejerce, que es lo que nos disponemos a exponer en este preciso instante.
                El estilo de enseñanza consiste en un cúmulo de actitudes de los padres, que se traducen en prácticas específicas que influyen en los comportamientos de los infantes, debido a que cada estilo propicia personalidades diferentes, como consecuencia de la transmisión de sentimientos de valoración, respeto, amor, o por el contrario de incapacidad, rechazo. Y es que “no todos los padres y las madres son competentes para crear un ambiente positivo familiar, algunos manifiestan incapacidades diversas”. (Trianes y Gallardo, 2000: 294)
Así pues, distinguimos cuatro estilos de enseñanza que se rigen por estas características (Pérez Osorio, 2011):
·         Padres autoritarios: prestan poca atención a las necesidades de sus hijos, las exigencias de este tipo de padres no están balanceadas con las necesidades de los menores, la mayoría de las veces se relacionan con ellos para dictarles órdenes, las cuales no pueden ser cuestionadas ni negociadas (Elsner, Montero, Reyes y Zegers, 2001).
                La severidad excesiva, la disciplina extrema, y la exigencia de perfección hacen que los padres depositen expectativas en el hijo que este no puede alcanzar, lo que crea una fuerte inseguridad en el niño. Estos hijos tienden a ser retraídos, desafiantes, violentos, muy dependientes e incompetentes socialmente.
·         Padres permisivos: son receptivos, les explican las razones en las que se basan las escasas normas familiares; son inconscientes a la hora de disciplinarse, usan muy poco el castigo, y demandan menos, no se perciben como responsables de su desarrollo, sin poner por este motivo límites o controles a su conducta.
                El exceso de protección, provoca en el niño inseguridad ya que no sabe enfrentarse solo a las frustraciones sin sus progenitores para resolver el problema. Los niños tienden a ser dependientes, inestables emocionalmente, carentes de habilidades sociales y de autocontrol, inmaduros y con poca confianza en sí mismos.
·         Padres democráticos guías: son receptivos y exigentes; son conscientes a la hora de poner un castigo y suelen explicar las razones de este, lo cual supone que existe diálogo donde se tienen en cuenta todos los puntos de vista; reciben críticas de sus hijos y las aceptan; a pesar de que tienden a ser estrictos brindan apoyo afectivo. Refuerzan el buen comportamiento, en vez de concentrarse en lo malo, involucran a los menores cuando fijan reglas, ofrecen opciones según las habilidades del niño y pretenden que este tome sus decisiones bajo su propia responsabilidad.
                Los niños de padres democráticos muestran personalidades más ajustadas, son independientes, amigables, asertivos y cooperativos, muestran una alta necesidad de logro y generalmente son exitosos, regulan su conducta apropiadamente.
·         Padres no involucrados o negligentes: no muestran interés en sus hijos, despliegan conductas indiferentes y de rechazo. Muestran un despego emocional total. En este caso, los niños que son criados en este tipo de familias, suelen tener problemas de autocontrol, pobre funcionamiento académico y problemas de conducta tanto en la escuela como en la sociedad en general.
 
                Finalmente, la escala Likert aplicada a los padres de niños con éxito y fracaso escolar puede demostrarnos que existe relación entre los estilos de crianza y el rendimiento académico de los alumnos, pudiéndonos apoyar en ella para sacar nuestras propias conclusiones.
                Por tanto, una vez que hemos trabajado estas tres perspectivas, tan sólo queda despedazarlas para sacar el mayor provecho de las mismas e incidir en los factores y variables más relevantes para poder elaborar el formulario.

 
 
Bibliografía:
·         Fisch, R. y Schlanger, K. (2003). Cambiando lo incambiable. La terapia breve en casos intimidantes. Barcelona: Herder.
·         Gil Flores, J. (2013). Medición del nivel socioeconómico familiar en el alumnado de Educación Primaria. Revista de Educación, 362, 298-322.
·         Marchesi, Á. (2003). El fracaso escolar en España. Madrid: Fundación Alternativas.
·         Marchesi, Á. y Hernández, C. (2003). El fracaso escolar: una perspectiva internacional. España: Alianza Editorial.
·         Oñate, M. (1989). El autoconcepto: formación, medida e implicaciones en la personalidad. Narcea: Madrid.
·         Pérez Osorio, D. K. (2011). La familia como factor determinante de fracaso escolar en Educación Básica, Tesis de licenciatura en Psicología Evolutiva, México D.f.: Universidad Pedagógica Nacional.
·         Sánchez, M. y López, M. (2006). Pigmalión en la escuela. México: UACM
·         Trianes y Gallardo. (2000). Psicología de la Educación y del desarrollo. Madrid: ed. Pirámide.
·         White, K. R. (1982). The relation between Socioeconomic Status and Academic Achievement. Psychological Bulletin, 913, 461-481.

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