Según Pegoraro (2012) podemos entender al
régimen político como parte integrante del sistema político y compuesto por: a)
“las ideologías, valores, o creencias, dominantes o en situación de
competencia; b) normas o reglas del juego; c) estructuras de decisión y d)
estructuras de enforcement” (Morlino, 1980). La definición general se completa
con la visión del régimen político como un concepto bidimensional (Munck, 1996)
que permite aumentar su nivel de observación.
La
primera dimensión, la procedimental,
alude al conjunto de reglas y procedimientos que definen:
a) El número y tipo de actores a los que se
les está permitido acceder a las principales posiciones de gobierno.
b) Los métodos de acceso a tales posiciones.
c) Las reglas que se siguen en la formulación
de decisiones vinculantes.
La
segunda dimensión del régimen
político se refiere al grado de aceptación o rechazo que los actores
manifiestan hacia las reglas. En función de ello se la denomina, dimensión
actitudinal o conductual.
La
aceptación, sea normativa o estratégica, constituye un elemento que permite
evaluar la relación de los actores con la reglas y por ende su posición frente
al régimen político sea éste democrático o no.De este modo, podemos decir que el régimen político es el tipo de autoridad política existente en una determinada sociedad, y la forma cómo esta es ejercida. Estos dos conceptos son definidos por la constitución de cada nación.
Se
abarcan así otros dos términos, el de fuerza
y consenso, entendiendo la fuerza
como el principio que obliga a cada ciudadano a obedecer al mandatario y/o
gobierno, y por consenso, a la necesidad existente por elaborar una comunidad
política sobre la base de las leyes, para así no ejercer la autoridad por el mero
uso de la fuerza bruta, sino que también exista una participación múltiple para
asegurar que las necesidades de todos sean suplidas. Para el correcto
funcionamiento de un Estado, han de mantener un equilibrio entre ambos, para
evitar problemas tales como la rebeldía o la opresión.
De esta manera, a lo largo de la historia
hemos contemplado distintas clasificaciones:
En las formas
puras el gobierno es para el bien común, en las desviadas para el interés
particular de quien detenta el poder.
Por otro lado, Montesquieu, realiza una triple distinción:
República, Monarquía y Despotismo.
o
El gobierno republicano es aquel en el que
el pueblo en conjunto, o solamente una parte de él, tiene el poder soberano.
o
El monárquico, aquel en el que gobierna
uno solo, pero con leyes fijas y establecidas.
o
En el despótico, uno solo, sin ley y sin
regla, lo arrastra todo por voluntad y capricho
Finalmente, nos
podemos encontrar gran variedad de clasificaciones actualmente, como la
siguiente: Democráticos, Monárquicos, Autoritarios, Islámicos, Socialistas,
Populistas, Pluripartidistas o Unipartidistas.
Frente
a lo anterior, podemos definir el sistema político como la forma concreta,
articulada con frecuencia en un conjunto de leyes básicas,
que adopta la organización
de la vida política de la sociedad.
Está
conformado por una serie de subsistemas a través de los cuales se establecen y
desarrollan los mecanismos e instrumentos de acceso y control al poder estatal.
Estos subsistemas son: el sistema de partidos, el sistema electoral, etc.
Así
pues, el sistema político establece las características de los ciudadanos que
pueden tener acceso a los cargos públicos; define los recursos y estrategias
que pueden utilizar para ganar tal acceso y establece los mecanismos que
aseguren su adecuado control.
De
este modo mientras que un régimen político es una manera de ejercitar los
distintos tipos de poder por parte del gobierno, un sistema político es el
sistema en el que se encuentra inmerso dicho poder y en el cual ha de
desenvolverse para conseguir su objetivo. Este sistema viene formado por
instituciones, organizaciones, comportamientos, creencias, normas, actitudes,
ideales, valores y sus respectivas interacciones…
Una
vez hemos comprendido todo lo que abarca el sistema político, nos disponemos a
estudiar un subsistema del mismo, el sistema electoral, el cual, según García
Diez (2001), requiere de dos distinciones previas. La primera de ellas es la
que diferencia régimen de sistema electoral. Del mismo modo que la
distinción entre régimen y sistema político, el régimen electoral hace
referencia al conjunto de reglas electorales formales (Constitución y ley
Electoral), mientras que el sistema electoral hace alusión a los componentes o
variables de las reglas del juego que, siempre en interacción, ejercen un
impacto político fundamental y permiten tanto el análisis empírico como la
valoración de los rendimientos efectivos de las reglas.
Junto a esta, podemos encontrarnos
distintas definiciones de Sistema electoral:
“El sistema electoral es el conjunto de medios
a través de los cuales la voluntad de los ciudadanos se transforma en órganos
de gobierno o de representación política.” (Valdés, 1997)
Un sistema electoral es el conjunto de
principios, normas, reglas, procedimientos técnicos enlazados entre sí, y
legalmente establecidos, por medio de los cuales los electores expresan su
voluntad política en votos que a su vez se convierten en escaños o poder
público.
De
esta manera, según Nohlen (2004) “los sistemas
electorales constituyen una parte del más extenso concepto del derecho
electoral, el que, sin embargo, en sentido estricto pude ser entendido sólo
como el requisito legal del derecho de elegir y de ser elegido”. “Básicamente,
los sistemas electorales pueden clasificarse según dos principios: el principio
de la elección mayoritaria y el principio de la elección proporcional”
Junto
al Sistema electoral, y cogido de la mano, aparece el sistema de partidos.
Este, y continuando con el mismo autor, es entendido como “la composición
estructural de la totalidad de los partidos políticos en un Estado”. Así, los
elementos que incumben al mismo son los siguientes:
a) El número de partidos
b) Su tamaño
c) La distancia ideológica entre ellos
d) Sus pautas de interacción
e) Su relación con la sociedad o con grupos
sociales
f) Su actitud frente al sistema político
Con
todo ello, Sartori elabora una clasificación atendiendo al número de partidos,
como se ha ido realizando eventualmente, pero esta vez junto a otros criterios,
resultando lo siguiente:
·
Sistema de
partido único (Unión Soviética)
·
Sistema de
partido hegemónico (México)
·
Sistema de
partido dominante (India, Japón)
·
Sistema
bipartidista (Estados Unidos, Gran Bretaña)
·
Pluralismo
moderado (Países Bajos, Alemania, Bélgica)
·
Pluralismo
polarizado (Finlandia, Italia)
No
es de extrañar por tanto que la influencia del sistema electoral sobre el de
partidos haya sido una de las cuestiones más analizadas en la democracia.
Prueba de ello es la obra de M. Duverger L´influence
des systemes electoraux sur la vie politique (1950), donde se recoge una de
las famosas leyes: “la representación proporcional tiende a un sistema de
partidos múltiples, rígidos e independientes; (el sistema mayoritario) a doble
vuelta a un sistema de partidos múltiples, flexibles e independientes; el
sistema mayoritario con distrito uninominal, al dualismo de partidos”.
Por
tanto, y una vez que hemos estudiado los distintos términos planteados, podemos
llegar a la conclusión de que el Sistema Político recoge otra clase de
“subsistemas” como es el electoral o de partidos, a la vez que incluye dentro
del mismo, el régimen político.
---- CONCEPTO DE DEMOCRACIA ----
A lo largo de la historia, han sido
muchos los autores que han tratado la democracia, surgiendo multitud de
definiciones u conceptualizaciones de la misma. También es cierto, que en este
transcurrir el término ha ido cambiando y adquiriendo distintos significados,
adaptándose a la época del momento. Así por ejemplo para Ávila (2010):
La democracia es un
conjunto particular de instituciones y prácticas políticas, un cierto cuerpo de
doctrinas jurídicas, un orden económico y social, un sistema que asegura el logro
de ciertos resultados deseables, una serie de valores que deben garantizarse a
través de instituciones, un proceso singular para la toma de decisiones, etc.
Pero para llegar a esta conclusión,
antes debemos estudiar las distintas transformaciones que se han producido a lo
largo del tiempo.
Como
bien es sabido, y tal como nos lo recuerda Ávila en su artículo La democracia en la sociedad organizada (2000),
el origen de la democracia parte de la Grecia Antigua, en particular de Atenas
y Siracusa, donde Aristóteles ya enunciaba en su obra Política la inclusión de la democracia
como sistema donde el control del poder residía en el pueblo, ampliándose paulatinamente la connotación de esta palabra, llegando a significar lo contrario a “los pocos”, “los mejores” o “los poderosos”. De esta manera, serían los sofistas los que introdujesen el logos o razón al término democracia, como vehículo y alternativa para la resolución de conflictos o la búsqueda de acuerdos.
como sistema donde el control del poder residía en el pueblo, ampliándose paulatinamente la connotación de esta palabra, llegando a significar lo contrario a “los pocos”, “los mejores” o “los poderosos”. De esta manera, serían los sofistas los que introdujesen el logos o razón al término democracia, como vehículo y alternativa para la resolución de conflictos o la búsqueda de acuerdos.
Así
pues, según Ávila (2010) la democracia clásica se basa en las siguientes ideas
y valores:
·
El
areté o virtud, correspondiente al término socrático que hace referencia a
valores como la compasión, generosidad, autocontrol, etc. De este modo, todo
ciudadano podía aspirar a poseer las virtudes de un noble, suponiendo esto el
inicio de lo que más adelante denominaremos democracia.
·
La
dike o justicia, sustentada en la igualdad frente a la justicia, tratada por
diversos autores como Protágoras, Aristóteles o Tocqueville.
·
El
nomos, donde se concibe la ley como elemento fundamental para lograr la
justicia, sin necesidad de ser esta justa por naturaleza. Más aun, lo que para
una sociedad puede considerarse justo, para otra puede no serlo. De aquí parten
las dudas que les surgían a los sofistas sobre el verdadero poder del logos.
La democracia liberal y representativa
Tras
las revoluciones americana y francesa, Constant (1998) experimenta un cambio
entre las democracias de la Edad Antigua y las liberales, otorgándole a esta
última la libertad individual y la defensa de la esfera privada. Esto se
encuentra motivado por el creciente número de ciudadanos y la consiguiente
especialización de trabajos, que se reflejan en última instancia en una mayor
heterogeneidad social y cultural. Así es como contemplamos una clara
diferenciación entre lo público, aquellos asuntos que incumben a toda la
población en búsqueda del bien común, y lo privado, que desarrolla los
intereses particulares.
No
es de extrañar por tanto que este tipo de democracia limite el poder de la
sociedad y del gobierno, restringiendo la autoridad y propiciando una división
del poder semejante a la propuesta en el modelo de Montesquieu. Ante esto,
surgen las elecciones, que pese a producir un gobierno y una representación, no
llegan a ser realmente neutrales. Este es el motivo por el que se introduce la representatividad, donde se pretende
integrar a las minorías y de esta forma aumentar la legitimidad del sistema.
Otras teorías de la democracia
Actualmente
observamos otras categorizaciones de la democracia. Así por ejemplo para
Schumpeter (1984), la democracia no deja de ser un mecanismo competitivo, donde
es complejo llegar a un acuerdo para definir el camino y los medios en la
búsqueda del bien común.
De
este modo Robert Dahl (1990) prefiere hablar de poliarquía, cuyo fin último se
encuentra sustentado en los centros de poder y autoridad, concibiendo así la
democracia como el ideal de participación y representación. Para ello, Dahl
marca cinco condiciones: la participación de todos los ciudadanos, la igualdad
de voto, el acceso a la información para la elección, el control por parte de
los ciudadanos de los asuntos que les conciernen, y la inclusión de todos los
adultos en los derechos de ciudadanía.
Una vez por tanto
estudiada esta evolución, llegaremos a alcanzar el pleno significado de la
definición con la que encabezábamos este apartado, según Ávila (2000):
La democracia es un
conjunto particular de instituciones y prácticas políticas, un cierto cuerpo de
doctrinas jurídicas, un orden económico y social, un sistema que asegura el
logro de ciertos resultados deseables, una serie de valores que deben
garantizarse a través de instituciones, un proceso singular para la toma de
decisiones, etc.
BIBLIOGRAFÍA:
·
Ávila, M. (2000).
La democracia en la sociedad organizada. Barataria:
Revista castellano-manchega de ciencias sociales, 2-3, 55-61.
·
Constan, B.
(1998). La era de la información.
Madrid: Alianza.
·
Dahl, R.A.
(1990). La poliarquía. Madrid: Tecnos.
·
García Díez, F.
(2011). Reformas electorales y sistemas
de partidos parlamentarios. América
Central, 27, 37-65.
·
Garrote de
Marcos, M. (2009). Materiales para el
estudio del derecho electoral. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.
·
Munck, G. (1996).
Disaggregating political regime:
conceptual issues in the study of democratization. Londres: The Helen Kellogg Institute for
International Studies University of Notre Dame.
· Morlino, L. (1980). Cómo cambian los regímenes políticos. Madrid: Centro de Estudios
Constitucionales.
·
Nohlen, D. (1999). Sistema de Gobierno, Sistema Electoral y
Sistema de Partidos Políticos: opciones institucionales a la luz del enfoque
histórico-empírico. México: Fundación Friedrich Naumann.
·
Pegoraro, M.
(2012). Los regímenes híbridos: entre
democracias y autoritarismos, TFM en Ciencia Política, Salamanca:
Universidad de Salamanca.
·
Schumpeter, J.A.
(1984). Capitalismo, socialismo y
democracia. Barcelona: Folio
·
Valdés, L.
(1997). Sistemas Electorales y de Partidos.
Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática, (7).
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